El Eneagrama no se trata de encasillar ni de etiquetar, sino de entender patrones emocionales y de comportamiento que influyen en cómo cada persona se vincula. A veces lo que interpretamos como “un defecto” o “una manía” en el otro, en realidad es su manera de sentirse seguro, de buscar cariño o de mantener el equilibrio interno.
Comprender estas diferencias cambia la perspectiva. Mientras alguien puede necesitar silencio y espacio para aclararse, otra persona puede buscar diálogo y cercanía para sentirse tranquila. En lugar de tomarnos esas actitudes como un ataque personal, el Eneagrama nos ayuda a ver que detrás de cada reacción hay una necesidad profunda.
También nos permite identificar nuestros puntos ciegos en las relaciones. Solemos movernos en piloto automático: "uno evita los conflictos y otro necesita resolverlos ya; uno acumula planes para no aburrirse y otro necesita estabilidad y rutinas". Estas dinámicas, cuando no se comprenden, generan choques constantes. El Eneagrama nos invita a observarlas sin juicio y a reconocer qué hay detrás de ellas.
De esta manera, pasamos de la queja a la comprensión. En lugar de decir “siempre haces lo mismo y me irrita”, podemos pensar: “entiendo que esto te ayuda a sentirte en calma o a buscar afecto”. Esa mirada más compasiva no elimina los conflictos, pero sí cambia la manera de afrontarlos.
Cuando aplicamos esta herramienta en nuestras relaciones, ya sea con nuestra pareja, nuestra familia, amistades o compañeros de trabajo, construimos vínculos más sanos. El Eneagrama nos recuerda que cada uno tiene su forma de buscar seguridad, amor o equilibrio, y que cuando entendemos esto, podemos relacionarnos desde un lugar más consciente.
Porque al final, el Eneagrama no nos dice cómo deberían ser nuestras relaciones, sino cómo podemos vivirlas mejor desde lo que somos.
El Eneagrama no encasilla, nos enseña a mirar con compasión lo que hay detrás de cada relación
Añadir comentario
Comentarios